Era un niño juguetón, recuerdan familiares del menor que murió al caer de un elevador

Imagen Era un niño juguetón, recuerdan familiares del menor que murió al caer de un elevador

La risa de Cristo ya no se escucha entre los gritos de los juegos de sus hermanos y primos. Ahora los niños se sumen en un vaivén entre el juego y la comida, esa que los vecinos donaron a la familia al enterarse del velorio.


Es una noche lluviosa en la colonia Vicente Guerrero. El camino se enlodó y ahora el acceso se complica más, a pesar de las cartulinas que la familia pegó para guiar a quienes se dirigían al velatorio.

Quienes acudieron a dar el pésame, al ver el dolor de la madre de Cristo prefieren sentarse frente al pequeño féretro blanco de manera silenciosa.

Aquí nadie viste de negro en señal de luto porque ese lo llevan en el corazón, uno que se hizo añicos por la partida del pequeño que en menos de dos meses cumpliría ocho años, y cuya vida fue arrebatada durante un juego infantil en el elevador de plaza Américas.

Quienes fueron los compañeros de juego de Cristo no entienden bien lo que pasa. Intentan no correr cerca del ataúd blanco. Uno de ellos es el primo que estuvo con él durante el accidente, y que a pesar de presenciar la muerte, toma fuerzas para corretear por el salón que les fue prestado a la familia Jiménez.

Los abuelos reciben a la gente, también los abrazos y palabras de consuelo, pero parecen más enfocados en ser útiles y calentar la comida, el café, repartir el pan entre quienes los acompañan.

No hay llanto en sus rostros, y aunque don Heladio no se acuerda cuántos nietos tiene, dice que Cristo era juguetón, que tenía un buen carácter pero que cuando hacía berrinche no había quien lo igualara.

Cerca del féretro hay cuatro cubetas con flores blancas, las “nubes”, y una que otra más, pequeños arreglos que la gente deja como ofrenda, y una cruz hecha con veladoras tiene el propósito “de guiar” el alma de Cristo Fernando a su morada eterna.

El momento de solemnidad se interrumpe con un grupo de religiosos que entona un himno que habla sobre la promesa de un mejor lugar tras la muerte.

“Más allá del sol yo tengo un hogar, hogar bello hogar, más allá del sol”, y esa es la esperanza de algunos que comentan la precaria situación de esta familia que habita una casa construida con materiales reciclados, junto a un caño de aguas negras en la colonia Campo de Tiro.

Pero sin importar qué tan bien se escuche el porvenir de la eternidad, muchos lloran al pequeño que encontró la muerte al caer al foso de elevador.

“Era un niño muy feliz, lo amé como amo a todos mis hijitos”, dice una mujer delgada que tomó a Cristo como hijo cuando se unió al padre de este, un albañil a quien se refiere con cariño con el nombre de “Toño”.

La noche cae y la madrugada anuncia que unas horas después el cuerpo del pequeño será enterrado en el panteón municipal Bosques de Xalapa, un espacio que fue donado por el Ayuntamiento para evitar que a la tragedia de perder un ser querido, se sumara el suplicio de no saber dónde darle sepultura.

 

 

 

 

Fuente: AVC/

Editor: Redacción xeu
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